¿Alguna vez inventaste el sol?

Estoy más que seguro que cuando eras más pequeño(a) y tus manos empezaron a relacionarse con las crayolas dibujaste una casita y un sol. Uno amarillo y brillante. Pero ¿alguna vez inventaste un sol sin tener que dibujarlo?

Y no, no me refiero a Cristina Yang diciéndote que “el sol eres tú”.

Hoy contamos con la gran ventaja de crear imágenes con un solo click gracias a las inteligencias artificales, pero antes de que éstas ganaran tanta popularidad, los diseñadores y artistas gráficos lo hacíamos a ‘la antigüita’. Desde la ilustración o el uso de programas de diseño, programas 3D, como Photoshop o Cinema 4D, podíamos hacer uso de nuestras habilidades para crear una imagen. Aunque quién nos dice que dichos programas no son antecedentes de la inteligencia artificial.

La diferencia, desde mi muy personal perspectiva, está en que antes dábamos mil clicks y ahora solo basta uno. Cabe aclarar que no lo menciono como un hecho negativo ni mucho menos, al contrario, siendo usadas correctamente, las inteligencias artificiales pueden y resultan de gran utilidad para nuestros proyectos, facilitan bastante nuestro flujo de trabajo si, por ejemplo, el tiempo no juega a nuestro favor o si los recursos que tenemos a nuestro alcance no son de gran ayuda.

Tal vez me desvié un poquito, pero yo más bien escribo esto con algo de nostalgia. Y es que de pequeños, ¿Cuántas veces no creamos nuestros propios mundos? Yo, por ejemplo, me considero un afortunado porque eso no se quedó en mi infancia, sino que tengo la dicha de poder decir que he creado muchos soles, y a veces lunas, sin siquiera tenerlos presente en mi lienzo. Aquí es donde tú, que me estás leyendo, te preguntas si esto es cierto o si te estoy tomando el pelo. La verdad, un poco de ambos.

Hace algunos ayeres tuve la fortuna de trabajar en Grupo W, agencia bien reconocida en el mundo del diseño, y fue ahí donde crear nuevos soles fue parte de mi día a día. Colaboré principalmente en el equipo de Sony, en donde diseñábamos para las redes sociales de Sony Channel, AXN, Crackle, Shark Tank México, Shark Tank Colombia, y en algún momento también Avon. Fue en el equipo de Sony donde conocí a Memo y a Issel que, desde el primer día, se convirtieron en mis principales mentores.

Recuerdo mucho mis revisiones con ‘Yisus’, uno de los directores de arte, y unas de sus palabras que más grabado me quedaron: “Aquí -al crear imágenes- tratamos de emular la realidad”. Si antes trataba de fijarme bien en los detalles, era ahora una responsabilidad, y una habilidad que se fue puliendo con la asesoría de nuestros directores de arte y los consejos de mis compañeros diseñadores.

Buscar las imágenes adecuadas, recortarlas y crear la composición para hacer la maqueta no era lo más divertido, sí lo era empezar a trabajar las diferentes luces que tocaban los objetos y las sombras que proyectaban. Mucho de esto era hacerlo con pinceles, sin atajos. Era aquí donde yo me perdía en hacer que mis imágenes se vieran tan reales como si de una fotografía se tratara, eso sí, con alguna que otra exageración para obviar el propósito de la imagen. Ésta parte, estos cachitos de trabajo, así como lo dijo Will Smith en aquella película, “ésta parte de mi vida la llamo felicidad”. Porque a pesar de ser, tal vez, momentos fugaces, era regresar a mi infancia, a esos momentos en los que uno se perdía en el ir y venir de izquierda a derecha de las crayolas.

Así fue como empecé a inventar soles, uno que a veces estaba encima de mis objetos, detrás de ellos o en frente de ellos. Soles que proyectaban sombras difusas o sombras rígidas, así como esas de la playa en pleno verano. Estaba así inventando ya no solamente soles, sino que podía viajar a lugares que nunca he visitado. Estaba diseñando en Saltillo, pero mi imagen estaba imaginada en un lugar como Río de Janeiro, Nueva York, Londres, Aasgard o Pandora.

Sí, es una gran ventaja la de contar con una incontable variedad de inteligencias artificiales, pero -de nuevo- desde mi muy personal perspectiva, nada como inventar soles, al mismo tiempo que comprender lo distinto que funciona la luz sobre un pedazo de madera o una botella de vidrio, pero sobre todo, volver a sentir una crayola a través de la pluma de la Wacom.

Rafael Ruvalcaba

Diseñador gráfico egresado de la Universidad Autónoma del Noreste en 2019.

Mentor en Invader Institute con algunos años de experiencia y desarrollo en el entorno digital, principalmente en agencias como Grupo W y Black&Nemone. Aprendiendo continuamente de su universo, un gustoso y apasionado por la tipografía.

Anterior
Anterior

The Architects of 3D: Exploring Vital Roles in Virtual Realms

Siguiente
Siguiente

IMPRESORAS 3D. TODO LO QUE NECESITAS SABER